martes, 1 de marzo de 2011

8 de la tarde. Sábado. Partido de fútbol. El bar está hasta arriba. Tengo trabajo, mucho trabajo, pero hoy ganaré más, quizas mañana pueda comprarme los tacones negros que vi en las rebajas. La barra está a tope. La gente no para de gritar, de emocionarse, de darle consejos chillando a los jugadores, a pesar de que saben que no les oyen. ''Pero corre, Pepito corre a la banda!'' '' ¿QUE PITAS YA ÁRBITRO?'' Odiaba ese tipo de cosas. No, no el fútbol, la gente que es cerrada y tiene opiniones cerradas, y que aunque les muestres pruebas para que crean lo contrarion siguen con sus ideas. Y estos fanáticos del fútbol lo eran. Pero me harían ganar dinero, y eso era lo importante.
La jornada laboral casi había terminado, apenas quedaban 3 o 4 rezagados en el bar, comentándo aún el partido, y aunque aun no había hecho la caja, supuse así a ojo que los 30 euros que me faltaban para los tacones los tendría hoy. En mi cara se dibujó una sonrisa. Subitamente y sin que yo me diese cuenta entró por la puerta un hombre alto y algo mayor. Iba bastante descuidado, llevaba la barba de varios días y ropa que le quedaba grande. Entró en el bar y se sentó en la barra.
- ¿Quiere algo?
- ¿Aquí sirven comidas?
- Servimos raciones, mire -le di la carta que teníamos en el bar - esto es lo que servimos.
- Em... Me parece que pediré un sandwich mixto.
Fuí a prepararselo a la cocina, y mientras el sacó de su bolsillo derecho del pantalón algunas monedas que se puso a contar encima de la mesa. Puso cara de preocupación y volvió a contarlas. Se sintió mas tranquilo después de esto. Se le serví y se lo comió bastante rápido, parecía tener hambre. Despues me pagó y se marchó.
Era ya la hora de cierre, bastante tarde. Ya había cogido mi dinero, y mañana a las primeras horas iría a comprar mis tacones negros. Cerré la puerta y me despedí de Athan. Fuí andando hacia casa a paso rápido, pues se hacía tarde. En el camino me metí por mi atajo particular, en lugar de tomar la calle general, por donde daría muchas mas vueltas me metí por los suburbios. Era algo peligroso, pero llegaría a casa mucho antes. En el camino mantuve mi mirada recta y fuerte, lo mejor es creerte uno de ellos para que te teman, lo he comprobado. En el camino, sentado en la esquina de un motel pequeño me encontré al mismo hombre que había cenado en el bar. Por dios, pobre hombre, estaba claro que estaba durmiendo al lado del motel por si terminaban dejándole entrar, ya que como yo supuse hoy no había ganado suficiente dinero tocando el violín que vi a su lado. Me miró, y aunque no me reconoció tampoco me se acercó a mi para pedirme nada. No hizo falta. Me acerqué yo a el. Abrí mi bolso y aunque me costó un poco le dis mis 30 euros.
- ¿Puede tocarme algo de the vitamin string quartet? - Quizas fuera algo moderno para el
- Por supuesto - Me respondió con una gran sonrisa en la cara - y en seguida sonó aquel bonito violín, tan sonoro, tan musical, tan melancólico. LLegué a casa y pensé que no necesitaba esos tacones.

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