martes, 1 de marzo de 2011

Confesión


Hace unos pocos días, un hombre entró al pub. Venía solo. Se dirigió directamente a una mesa y permaneció inmóvil, apoyando sus antebrazos en ella. Esa postura no se alteró ni siquiera cuando fui a preguntarle lo que quería tomar. Lo único que hizo fue alzar un poco la cabeza para dirigirme la mirada y articular una palabra: whisky. Volví al poco tiempo con el vaso en la mano y la estampa era la misma. Se lo posé sobre la mesa.

Era un hombre con una forma de vestir muy arreglada. Llevaba un traje negro acompañado de una corbata de color rojo. Su pelo castaño, que estaba perfectamente peinado con la raya marcada en el lado derecho, se unía con una barba de unos pocos días que perfectamente recortada.

Mientras jugaba con el vaso, moviendolo y haciendolo tambalear, tenía una cara pensativa. Fuese lo que fuese lo que pensaba, era bastante importante, porque constantemente golpeaba con el pie en el suelo y miraba la hora en su reloj con mucha frecuencia. Parecía que esperaba a alguien. Mantenía una rutina de movimientos constante: jugaba con el vaso, miraba el reloj y echaba un trago.

A los 15 minutos, una mujer entró y se dirigió a la mesa de aquel hombre. Ella era bastante alta. Tenía el cabello castaño y liso y este caía sobre sus hombros. No vestía de la misma forma que el hombre, pero su estilo era también muy formal.

Se sentó frente a él. Fui a tomarle nota y regresé poco después con el café que me había pedido. Al alejarme, la mujer empezó a hablar:
-¿Que pasa?
-Quiero ser sincero contigo por última vez antes de que me odies durante el resto de tu vida.
-No creo que sea para tanto.
-Créeme, cuando te lo diga tendrás motivos para hacerlo.
-Está bien. Pero dime de que se trata.
Aposté 50€ con un amigo a que conseguiría una cita contigo- dijo el hombre cabizbajo- Antes de que te dijera que me gustaría tener una cita contigo, lo estuve hablando con ellos, y me dijeron que eras demasiado para mi. En aquel momento ya estaba decidido a pedirtelo, pero después de oir aquello, me llené de coraje y cometí la mayor estupidez de mi vida, entrar en su juego.
-Entonces, ¿me estás diciendo que todo esto en realidad era por una apuesta?
-No. En realidad la cita contigo la quería desde hace más tiempo que la apuesta. Por favor, créeme. Ahora que me doy cuenta de mi error, si la hubiese ganado habría rechazado el premio totalmente. Para mi es más importante, y siempre lo fue, el estar contigo-dijo el hombre mientras le caía una lágrima por la mejilla-.
-Pues vete olvidando de ello- dijo ella en voz alta-.

Después de eso, la mujer se levantó y se fue, dejando a aquel hombre llorando en la mesa arrepentido por su error

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