martes, 8 de marzo de 2011

El Lugar Perfecto

Una tarde lluviosa de invierno, un hombre y una mujer se sentaron en una de las mesas. Fui a tomarles el pedido: dos cafés. Mientras volvía con ellos, vi como la mesa que antes estaba vacía se llenó de dos carpetas con papeles y alguna foto dentro. No las pude ver muy bien (una cosa es que os cuente los que escucho por el pub, y otra cosa es que espíe a los clientes), pero algunas de ellas se notaba que tenían un tono rojizo. Una suposición comenzó a rondar en mi cabeza sobre que trabajo llevaban a cabo. No tardé en confirmarla:

- No tenemos ninguna pista
- No desesperes John, un asesino no puede cometer un crimen y desaparecer sin dejar   rastro.
- Eso no me preocupa Sophie, desde que tu y yo empezamos a ejercer como detectives en - esta ciudad ningún criminal ha salido impune. Pero lo que me preocupa es que ninguno - de los anteriores asesinos pudo esconderse tan bien como este.
- A ver, que no hayamos encontrado ni el arma ni huellas no significa que nuestro objetivo sea un cerebro del crimen. A lo mejor es cuidadoso. Ya cometerá algún error
- Eso espero. Mientras tanto, no tenemos nada.

Detectives. Lo que sospechaba. Si os soy sincero, era lo último que me esperaba encontrar en mi pub.
Con oír eso me fue suficiente para saber que estaban investigando. Hace dos días apareció en el parque de la ciudad el cadáver de un hombre. Tenía varias heridas en la espalda causadas, según la policía, por un cuchillo. La víctima era un profesor de la universidad de la ciudad.

- ¿Sabes algo de la autopsia Sophie?
- Si. Y te va a animar. ¿Recuerdas que la causa de la muerte que se barajó antes?
- Le asestaron cinco puñaladas en la espalda
- Exacto. Pues resulta que esa no fue la causa de la muerte. Las heridas del cuchillo son póstumas
- Entonces, ¿qué lo mató?
- El veneno que tenía en la sangre
- Entonces, el asesino tuvo algún tipo de contacto con la víctima antes de su muerte. ¿Algún alumno?
- Recuerdo que cuando éramos pequeños siempre decíamos que íbamos a matar al profesor por suspendernos, pero no creo que eso se le pasase a un estudiante por la cabeza.
- No importa. ¿O acaso te olvidaste de una de las leyes del detective que te enseñé?
- ¿La que dice que todo el mundo es sospechoso de asesinato?
- Exacto. No podemos dar nada por echo. Tenemos que saber si alguno de los alumnos tuvo motivos para hacerlo.
- Muy bien. Nos vemos mañana a la misma hora
¿En este lugar?
- Si. Creo que es un sitio seguro y que nos será útil - miró para mi guiñándome el ojo - Es el lugar perfecto.

Apuraron lo que les quedaba de café, recogieron todo y se marcharon.
Aquella última mirada me dejó perplejo. ¿Sabía que los estaba escuchando?

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