domingo, 27 de marzo de 2011

Helado y fresas con nata.

Ni idea de que hora era. Estaba cansada, era uno de esos días en los que estás totalmente desmoralizada y lo único que quieres es volver a casa y poner la música lo más alto posible, aunque en mi casa no podría; molestaría a los vecinos. Entonces iría a la nevera buscando... Quien sabe, un helado o unas fresas con nata. Después de tomármelo viendo una peli del viernes noche me iría a mi cama a dormir. No tenía ganas de salir, no tenía ganas de hablar con mis amigas, ni siquiera quería llamar a mi madre como hacía ultimamente muy de vez en cuando. No es usual en mi tener estos dias, pero cuando los tengo me pegaban realmente muy fuerte. En los momentos que pensaba eso entraron por la puerta una mujer, de alrededor de treinta años con dos niños, una pequeña de su mano, con dos coletas y una sonrisa de oreja a oreja y un niño en un carrito. Se acercó a mi y me pidió una Coca-Cola para ella y para la niña un zumo de piña. Le pidió a la pequeña que se quedara sentada en la barra mientras iba al baño a cambiar a su hermanito. La niña se sentó en el taburete y me miró fijamente. No sé cuanto tiempo lo estuvo haciendo antes de preguntarme:
- ¿Tienez que trabajar mucho?
- ¿Yo? - Le pregunte algo perpleja.
- Zi, claro, tu.
- Pues estos días bastante, la verdad.
- Ez que en mi colegio tenemoz que trabajar mucho, y mi mamá también, y ziempre ezta trizte por ezo.
- Bueno, pues entonces no tenemos que trabajar tanto ¿no?
- No, no tenemoz que eztar triztez.
La frase de la pequeña me hizo pensar. Si, probablemente ese era el problema. A la gente le desagradaba tener que trabajar. Hacía que su vida pareciese peor, que todo se redujese a ver si llegaban a final de mes, sin disfrutar de los momentos de felicidad que te daban los días, no queriéndolos disfrutar. Me hizo gracia tan solo el hecho de que una niña me lo hubiera tenido que decir, pero así era, las personitas mas inocentes del universo suelen ser las mas sinceras, y también las mas felices. Y no necesitan nada para serlo. Le regalé un chupa-chups de fresa antes de que se marchara con su madre y su hermanito. Y se marchó con una sonrisa en la cara, tal como habia venido.
A la hora de cerrar cogí mis cosas y me fuí a casa, llame a Carla y le dije que me hicera un sitio en su coche que esta noche me apuntaba a la fiesta, y llamé tambien a mi madre mientras me ponía una falda alta. Y dejé en mi nevera las fresas y el helado para quizas, otro día que tuviese algo que celebrar y no algo que penar.

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