martes, 22 de marzo de 2011

Aifos

Un día totalmente muerto en el bar. Cuatro personas contadas vinieron en lo que va de jornada. Y llevábamos mucho tiempo así, tanto que entre Caroline y yo ya no había temas de conversación que tratar.

Esa aburrida monotonía se interrumpió con el crujir de la puerta. Una mujer muy joven apareció en la entrada. No era muy alta, tenía el pelo largo y castaño. Sus ojos se escondían en unas gafas de sol muy oscuras. En la mano derecha llevaba un bastón bastante fino. La forma en la que lo movía, haciendo arcos que recorrían todo el terreno que tenía a pocos metros delante de ella, nos hizo ver a Caroline y a mi cual era su problema: era ciega.

Fui a ayudarla a llegar a una mesa y a sentarse. Una vez allí, comprobe que no hubiese nada que dificultase su estancia en es pub. Después le tomé el pedido, un agua.

Se la llevé a la mesa al poco tiempo y volví a la barra para observar la dura vida que tuve suerte de no vivir.

Con gran soltura cogió el vaso de agua y le dio un trago. Palpó su costado en busca de su bolso. Sin rebuscar demasiado sacó un objeto rectangular y forrado en piel, supongo que el tacto de la piel le ayudaría a identificarlo, y lo puso sobre la mesa. Nos asombramos mucho al ver que era un libreta. Después, del mismo lugar, cogió una estilográfica negra con detalles en oro. Si la boca de Caroline y mia de había quedado abierta tras ver la libreta, ahora mismo teníamos la mandibula desencajada. Sin duda alguna, aquella mujer tenía delante de ella dos objetos de los más raros para una persona con sus discapacidad.

Nos colocamos la mandíbula y continuamos observándola. Lo siguiente que hizo fue coger la pluma con cuidado, abrió las tapas del cuaderno y comenzó a escribir. Rompimos como si fuésemos un jarrón de porcelana al ver eso. ¿Un milagro, una proeza o el resultado de el afán de superación?

- Disculpe señorita -le dije educadamente-.
- Dígame - y me encontró con la ‘‘mirada’’ al instante-.
- Perdone la pregunta pero, ¿es usted totalmente ciega?
- Le impresiona el hecho de que haya sido capaz de ponerme a escribir, no?
- Completamente. Nos ha dejado a mi compañera y a mi alucinados.
- Es muy normal. No creo que haya mucha gente en mi situación que sea capaz de hacerlo con soltura
- Es muy cierto. ¿Le importaría decirme su nombre?
- En absoluto. Me llamo Aifos Ilécara.
- ¿Y a que se dedica? Se lo pregunto porque con la habilidad que tiene para escribir siendo ciega, a lo mejor tiene algo que ver con su oficio.
- Tiene toda la razón. Mi país de origen está al sur. Se llama Galáis. Allí soy muy conocida por mis relatos escritos.
- Asi que es usted escritora.
- Exactamente
- ¿Y que le trae por esta ciudad?
- Pues busco nuevos ambientes para mis historias. Y como mi ceguera me impide disfrutar de los paisajes, necesito mezclarme entre la gente para conocer como es el lugar.
- Y ¿qué le está pareciendo la ciudad?
- Si le digo la verdad, me recuerda tanto a mi país natal. Es prácticamente igual, hasta en el clima. Llueve mucho, hay mucho mar y hace el mismo frío.
- Pues le va a encantar. Y espero que disfrute de su estancia.
- Muchas gracias
- A usted

Me marché de aquella mesa con una sonrisa de oreja a oreja. Es increíble como algunas personas son capaces de vivir con la misma vitalidad que cualquier otra, aún viéndose privada de uno de sus sentidos más importantes.

Atendimos a unos clientes más y hablamos entre Caroline y yo sobre aquella mujer. Cuando estaba levantándose para marchar, fui a ayudarla y la acompañé a la salida.

- Quiero agradecer tanto a ti como a tu compañera el trato y la atención que me habéis prestado.
- No hace falta. Nos llega con que haya venido aquí.
- Y me alegro de haberlo hecho, sin embargo, quiero que aceptéis esto -me entregó un pequeño cuaderno muy parecido al que anteriormente había utilizado- En él están escritas algunas de las historias que tanto éxito tuvieron en mi país. Ahí fue donde nacieron.
- Muchísimas gracias señorita Ilécara
- Por favor, llamadme Aifos. Hasta luego
- Hasta luego

Y se marchó. Con la libreta en la mano, fui a la barra y se la enseñé a Caroline. Le conté lo que había dentro. Decidimos abrirla por una página al azar y leer lo que contenía. A ojo elegimos una pagina de las del medio y nos pusimos a leer:

''Gústasme cando me falas. E cando está ben pretiño de min; cando me susurras e fas algo de barullo ao pronunciar o s. Gústasme. E gústasme cando xogas a debuxar nubes de morfina nas miñas costas para que ao final acabes enredándote no meu pelo. Gústasme cando me propós vernos a horas indiscretas e que a nosa pel se tinte da cor da lúa. Gústasme cando me fas túa e sentirme miúda entre os teus brazos. Gústame cando me deixas indefensa con cada bico.Gústasme cando comparas a túa palma coa miña. Gústasme cando me tiras da roupa. Gústasme ti.'' 

Gústame cada tontería, tamén. 




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